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A veces uno debe dejar de correr

Hace un tiempo una compañera de trabajo me comentó que, en muchas ocasiones, la lectura de mi blog y de mis primeros libros le proporcionaba sensaciones ambivalentes. Que le daba la sensación de que iba muy deprisa y que, en muchos casos, ya estaba de vuelta a lo que muchos no habían conseguido ni tan sólo asomarse. Que mucho hablar de ABP, Flipped Classroom, gamificación, MOOC, PLE, herramientas digitales, aulas del futuro u otras cuestiones educativas, sin tener en cuenta la realidad del aula o lo que se estaba realizando en ella. También me comentó que ahora me leía menos porque había “desaparecido” de Twitter. Bueno, algo de lo que sigo repitiendo, que me alegro.

Sí, tiene toda la razón. He ido muy deprisa. He corrido mucho en cuestiones educativas. Me he subido, al igual que algunos de mis compañeros (discusiones en las redes que, por suerte o desgracia, no se dan en los centros educativos) a carros y carretas de experiencias -o más bien experimentos-, cuyos resultados no han tenido ni tiempo de asentarse por la rapidez con la que he ido haciendo ciertas cosas. Hay cosas que han funcionado que he cambiado por creer que, una nueva aplicación, recurso o estrategia educativa, me iba a dar mejores resultados. Me he readaptado varias veces a modelos, a cual más “innovador”, para conseguir ese sueño que tenemos la mayoría de docentes de encontrar la mezcla perfecta que permita que todos nuestros alumnos aprendan y lleguen a otro nivel. Y ello me ha llevado a ser muy exigente conmigo mismo. A sacar horas de debajo de las piedras para intentar que, en ningún caso, mi vida fuera del centro se viera afectada por ese trabajo. Algo que, en ocasiones, no conseguía hacer. Muchas reflexiones y experiencias que, quizás no he compartido por no tener muy claro cómo compartirlas o si ponerlas en el cesto de éxitos o fracasos. La verdad es que he corrido mucho. Demasiado.

A veces uno debe dejar de correr. De tomar un poco de aire y pensar acerca de la necesidad de todos esos kilómetros que, quizás, le sirven para poco menos que lesionarse por no fijarse en el camino que está tomando. No es cuestión de dejar de avanzar. Es cuestión de hacer cosas que tengan sentido en nuestras aulas. De intentar, desde la realidad, la calma y el sentido común, plantear que quizás no toda experiencia pueda llegar a ser positiva. De tomar lo bueno de los clásicos. De asumir que, quizás, no hay estrategias malas pero sí prisas que lo complican todo. Los docentes basculamos casi siempre en función de lo que funciona y lo que no lo hace. Y hay muchas cosas que no funcionan que nos están vendiendo últimamente. Puede que funcionen para algunos pero, la prisa que nos hemos dado algunos para que lo hagan a cualquier precio, ya no tengo muy claro si ha sido del todo positiva.

Llevo un par de cursos, desde que he vuelto al aula, volviendo a lo básico. Estoy retomando, sin obviar la necesidad de saber qué se cuece en el ámbito educativo y sin renunciar a determinadas herramientas y recursos metodológicos, la necesidad de volver a mis esencias. Me interesa más el volver a hacer cosas, quizás no tan fastuosas o vendibles, pero que, estoy convencido, que benefician a mis alumnos. Tengo grupos fantásticos para hacerlo. Además, este curso, he conseguido encontrar, ya siendo el segundo curso que he vuelto al aula después de un aislamiento, en el que he aprendido mucho y he visto lo mejor y lo peor de la administración educativa, un poco mi lugar. Y, sinceramente, me interesa mucho más esas personas con las que comparto centro -alumnos, compañeros, padres y otros trabajadores que también hacen su labor para que funcione el mismo-, que seguir jugando a ver a qué velocidad puedo ir. Sé que puedo ir muy rápido, pero ¿realmente vale la pena correr tanto?

Este es un post en clave muy personal. A veces me apetece escribir acerca de las sensaciones que tengo y compartirlas con vosotros.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉

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