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Big Data, sistema educativo y tecnología

En los últimos tiempos se está hablando mucho de la cuestión de la manipulación de grandes datos en el sistema educativo. Datos que se generan al capturar determinada información de la comunidad educativa (alumnado, docentes y familias) que, controlados por la administración mediante sus programas de gestión de alumnos -léase Itaca, Séneca, Esfer@ o similares-, se almacenan, comparten y visualizan en un entorno sometido supuestamente a un control riguroso (a nivel de protección de los mismos) por parte de organismos oficiales.

Pero, ¿qué pasa cuando entran agentes externos -empresas privadas- a gestionar esos grandes datos? ¿Qué pasa cuándo usamos sistemas de terceros en nuestro centro educativo en el que los alumnos introducen sus datos? ¿Qué pasa con esas calificaciones que, usando una determinada plataforma, están en poder de una determinada empresa? ¿Es seguro que esos datos no se estén utilizando para realizar un análisis de la población escolar? ¿Seguro que no se usan para “mejorar” el producto? ¿Seguro que no se usan para analizar futuras estrategias comerciales? Los términos de uso y privacidad son muy elásticos. Más aún cuando la mayoría de empresas permiten que esos datos puedan ser usados de forma interna para ofrecer “una mejor experiencia de usuario”.

La tecnología hace que cada vez haya más datos distribuidos por la red. Cada vez son más las empresas que están viendo en los datos un negocio. Datos que se obtienen de forma demasiado sencilla. Datos que, una vez salidos de las teclas y expuestos en la nube, son muy difíciles de controlar. Datos sensibles que sirven para cuestiones alejadas de la mejora del sistema educativo. Datos que, al fin y al cabo, implican mucho dinero. Controlar los datos es controlar el sistema. Controlar el sistema significa controlar los intercambios de capital.

Hace unos pocos años en Estados Unidos crearon un sistema para almacenar esa cantidad ingente de datos que se obtenían en los centros educativos. Un sistema seguro que permitía gestionar la forma cómo se iban compartiendo. Algo, supuestamente, para mejorar la transparencia y la responsabilidad. Un software de fuentes abiertas. Una solución, llamada inBloom. Una solución pensada para permitir a los docentes obtener un perfil más completo de sus alumnos y de su progreso para poder individualizar su formación ahorrando tiempo, esfuerzo y recursos. Todo maravilloso. Eso sí, tan sólo con la pequeña pega de que los dos grandes inversores tras el invento eran Bill Gates y el mayor industrial de la industria del acero americana. Inversores que desembolsaron la friolera de cien millones de dólares. ¿Alguien cree realmente que la creación de ese sistema de almacenamiento y gestión de datos se ha realizado de forma altruista tal como se vende? ¿Alguien se cree, y más sabiendo la trayectoria de Bill Gates y su intento, desde hace años, de control del sistema educativo americano (mediante el Common Core), que esto se ha hecho para no poder meter mano a esos datos?

Debo reconocer, a pesar de lo anterior, que es imprescindible la recopilación de datos de nuestro alumnado. Los docentes lo hacemos cada día. Las familias reciben esas comunicaciones, como mínimo, de forma trimestral o por comunicaciones de los tutores. El alumnado, libremente, comparten mucha información en determinados medios de terceros que les permiten personalizar la publicidad que reciben estableciendo un control bastante grande de hábitos de navegación y consumo. El problema viene cuando el objetivo de la empresa es controlar y usar los datos de forma poco ética. Algo que, por mucho RGPD que tengamos, tiene poca solución. La mayoría de los servidores de esas empresas se hallan en países de terceros con leyes sobre manipulación de datos mucho más laxas. Entonces, ¿cuál es la solución? No lo tengo demasiado claro y creo que, o bien tenemos claro qué datos vendemos y a quién, o el Big data va a convertirse en un problema demasiado serio en nuestro sistema educativo.

Eso sí, para aquellos que sigan queriendo ver sólo la parte positiva del asunto, que obvien el texto anterior y se queden con esta infografía.

A mí me preocupan los datos de mi alumnado. Lo sé. Soy así de raro. Y, por cierto, que un programa sea “libre” no implica que capture más o menos datos de nuestro alumnado. Es que, en ocasiones, toca repetir hasta la saciedad que lo que algunos talibanes eduTIC nos dicen es mentira.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉

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