A ver si tiramos un poco de hemerotecas e investigaciones educativas

¡Se han acabado las clases!

Ahora, salvo cuatro que trabajan en centros neocons, cuyo objetivo es reducir el trabajo del docente al puro servilismo y esclavismo (creo que algunos ya sabéis a qué organización me refiero y en qué Comunidad están proliferando este tipo de centros) y otros, que están formándose en cursos que, habitualmente y más allá del puro escaparatismo de lo que ofrecen o los rimbombantes nombres sugerentes que incorporan (flipped classroom, gamificación, coaching o vendehumismos varios), aportan bien poco a las necesidades reales de los docentes en sus aulas, algunos estamos preparando nuestra chufing class.

Bueno, preparando nuestra chufing class o, simplemente, leyendo algunas lecturas muy interesantes que, por suerte, tienden a demostrarnos que todo lo que nos están vendiendo como novedad ya dejó de serlo en su momento. No hablo sólo de décadas. En algunos casos, si se quisiera tirar de estudios científicos, se vería que ya son muchos los que, antes de popularizarse el uso de las redes sociales, la mediatización de ciertas prácticas por motivos ignotos y, por qué no decirlo, ignorar mediáticamente ciertos datos para ofrecernos sólo valoraciones idílicas de sistemas educativos de determinados países (entiéndase, por ejemplo, Finlandia), hay mucho fracaso que vuelve a sonar en forma de revival.

Un revival vendido por muchos, justificando lo injustificable y pervirtiendo, al final, todo lo que nuestro sistema educativo ha conseguido en los últimos tiempos.

El problema no ha sido nunca un cambio metodológico global. Lo que necesitábamos, simplemente, era encontrar alternativas para aquellos alumnos que fracasaban con el sistema que había. Si había un 40% de fracaso escolar, el problema no era actuar sobre el 60% que no fracasaba. Lo que debíamos buscar era alternativas para ese 40% sin necesidad de perjudicar al 60% que conseguía empleos aceptables y se le generaba mejoras sociales. Ya que tanto gusta el modelo empresarial a algunos… si una fábrica consigue elaborar un producto con ese porcentaje de fallos, ¿realmente a alguien se le ocurre cambiar totalmente el modelo o revisar qué no funciona para que los fallos se reduzcan a su mínima expresión? Ya, los alumnos no son tornillos ni producto de consumo pero es que, en ocasiones, me gusta jugar con las mismas cartas que algunos.

Hay mucha bibliografía de mediados de los setenta acerca de esas metodologías innovadoras que nos están vendiendo ahora. Hay cientos de estudios (se pueden buscar muy fácilmente a poco de competencia digital que tenga el personal y usando un buscador generalizado como Google) que demuestran que, ni hay nada nuevo ni lo nuevo que hay se sostiene más allá de la falsificación -sí, he dicho falsificación- que hacen algunos de sus metodologías y de sus resultados usando encuestas acerca de lo buena o mala que es una determinada metodología.

Hay qué joderse. En lugar de datos, vamos a usar apreciaciones subjetivas. O no tienen ni pajolera idea de estadística y cómo recabar datos o, simplemente, no interesa hacer estudios serios sobre el tema. Y, por qué no decirlo claramente, ¿en qué momento alguno de esos vendemetodologías innovadoras nos ha ilustrado con estudios acerca de lo qué sucedió con la implantación de ciertas cosas en el pasado? Seguro que ahora lo hacemos mejor.

Da igual que los espacios educativos y su modificación en espacios abiertos fuera un fracaso hace treinta años en Canadá (enlace). Ahora toca vender ese diseño como lo mejor para conseguir que nuestros alumnos sean altamente competentes y consigan habilidades insospechadas. Es que seguro que los canadienses se echaron para atrás porque tocaba invertir en el asunto. O, quizás es que, tal y como dicen esos informes e investigaciones, lo que subyacía tras ese concepto de open spaces era un simple tejemaneje económico de algunos arquitectos, con el aval de algunos supuestos profesores universitarios que no habían pisado jamás un aula de las que iban a usarse para experimentar el asunto, ni habían estudiado, más allá de datos en bruto que no sabían interpretar, lo que sucedía en esas aulas de etapas obligatorias. Seguro que a alguien os suena el asunto y sois capaces, incluso, de decirme el nombre de quiénes se hallan tras estas propuestas en nuestro país.

Si queréis podemos seguir con las metodologías activas y basadas en la creación del propio aprendizaje por parte del alumno. Simplemente, en este caso, sería bueno recordar que la eliminación de asignaturas en algunos colegios finlandeses ha hecho que sus resultados disminuyan de forma alarmante y que, en otros países que aplicaron medidas “comprensivas” hace tiempo, como puede ser el caso inglés o francés, han visto como académicamente y salvo centros estrella que siguen usando los métodos victorianos, sus resultados y tasa de competencia de sus alumnos en lo más básico (lectura, comprensión y habilidades matemáticas básicas) no ha dejado de bajar.

Eso sí, vamos a seguir obviando los países asiáticos porque no interesa ese modelo que plantean. Y quizás no nos interese pero, entre lo que nos están vendiendo como sanctasanctórum de la innovación educativa que, simplemente es un revival interesado de ciertas cuestiones, hasta llegar a modelos de extrema exigencia académica con anulación completa del alumnado dentro del sistema, hay un término medio que podíamos haber alcanzado en nuestro país si no nos hubiéramos puesto a hacer malabarismos y piruetas con inventos varios.

Que nunca ha sido cuestión de cambiar leyes y sí de establecer las condiciones para que el alumnado que fracasaba no lo hiciera. Por cierto, si a alguno le da por viajar e irse a determinados países a estudiar su modelo educativo y no se queda con lo que le interesa para vender libros o dar charlas, seguro que entenderá que no estamos tan mal. Yendo más lejos, estamos mucho mejor que otros países porque, incluso algunos que se han ido a estudiar los últimos años a determinados países, te dicen que el nivel de aquí es muy superior al de los que van. Algo que también te dicen los profesores que van de intercambio a esos países. Supongo que algo de razón deben tener.

No me gustaría acabar el artículo sin copiaros el siguiente párrafo, de una excelente lectura sobre educación, que habla de las Pedagogías del siglo XX, escrito -o más bien recopilado- por Guy Avanzini que dice lo siguiente…

La pedagogía es una disciplina tentacular que se extiende por todas partes. Se considera que para un futuro enseñante viene a ser más importante, a lo que parece, aprender a enseñar que aprender qué enseñar. Se produce aquí una situación patológica resultante de una enfermedad del espíritu, del cuerpo social y de la enseñanza: la pedagogitis.

Seguro que a alguno le suena lo anterior y, es por ello que, antes de jugar a ser dioses y redescubrir la rueda, uno debería mirar a los ojos a sus alumnos y pensar en si lo que está haciendo es más una cuestión de satisfacción de egos o, necesidad de experimentar con ellos que, intentar que aprendan.

Claro que hay mucho que mejorar en el sistema educativo pero, ni antes todo era tan malo ni estábamos tan mal, ni todo lo que nos están vendiendo es necesario o satisface necesidades reales de nuestros alumnos. Esa es, a mi entender, la clave de todo. Lo demás lo dejo a la consulta de la hemeroteca educativa que ya empieza a ser más que consistente y de fácil acceso para quién, más allá de los nombres o las estrategias de venta de determinadas cosas, le interese saber qué sucedió en el pasado con las mismas.

Uno no puede gestar su futuro sin conocer su pasado y los errores que se cometieron para, dentro de sus posibilidades, intentar que nunca más vuelvan a cometerse.

Bibliografia

Avanzini, G. (1982). La pedagogía en el siglo XX. Editorial Narcea.

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