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El gilipollas del smartphone

Siempre tiene que existir aquel que, por desgracia, se convierte en gilipollas por culpa de la tecnología. Bueno, quizás siempre lo ha sido y, en una época en que la tecnología, mayoritariamente en forma de smartphone y ahora de weerables, permite ser aún más idiota de lo habitual, se convierte en campeón en unos juegos de gilipollez tecnológica que deberían ser obligatorios en las olimpiadas. Ya lidiamos habitualmente con personas que van abrazándose a las farolas por las calles o, incluso, chocan contigo por estar totalmente pendientes de la pantalla, cada vez más grande, de su dispositivo móvil pero, hay momentos en que dicha extensión de la neurona inguinal se convierte en algo mucho peor.

Ayer, sin ir más lejos, fuimos a oír/ver El Mesías en una localidad cercana. Nuestros buenos euros nos costó la entrada. Y, como siempre, al típico gilipollas que no ha silenciado el móvil (¿alguien me puede explicar qué necesidad hay de llevar un móvil a este tipo de eventos?) le suena el mismo a mitad de la actuación. Alucinante. Qué desprecio por el personal. ¿Realmente es tan necesario que te llamen o enviar whatsapps mientras estás disfrutando de una orquesta o de una película de cine? Sí, el otro día también fui a ver Star Wars y, la gran cantidad de pantallitas luminiscentes de tipejos escribiendo en su móvil daba mucho asco. Muchísimo.

Si esto se llama generación digital permitidme que me apee. No, no veo lógico llevar el móvil encendido en determinados lugares, aún menos cuando lo innecesario de su uso se hace patente. ¿Alguien me puede explicar, en el ámbito educativo, la necesidad de que los alumnos lleven el móvil cuando no hay ninguna actividad programada para realizarse con el mismo? Es porque puede pasar algo dirán los alumnos. Por la necesidad de comunicarse. No me jodas, habiendo compañeros de carne y hueso, además de contar con teléfono en los centros educativos, la excusa cojea desde el mismo momento en que se vierte. Bueno, pero para qué nos vamos a quejar de los alumnos si la mayoría de docentes hacemos lo mismo. Dando ejemplo de buenas prácticas. Y sí, en dicho ejemplo, me incluyo.

Creo que falta una reformulación de lo que debería considerarse un uso racional del aparato. No es de recibo ver que de cada diez coches que pasan por tu lado, en más de la mitad el conductor está hablando por el móvil o escribiendo algún mensaje en una de sus múltiples redes. No es necesaria quizás la inmediatez que nos han vendido de ese uso. Hemos caído en la trampa de la obsesión y la dependencia de algo que deberíamos de controlar pero, por desgracia, da la sensación que, tal como indica la siguiente viñeta, se haya convertido todo en una sumisión al aparato.

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