¿Por qué cuestionamos tanto las oposiciones docentes?

Reconozco que soy de los primeros que, en multitud de ocasiones, he cuestionado el modelo de oposición docente porque, supuestamente, no elige a los “mejores” docentes. Afirmo que el sistema de oposición que, están sufriendo una gran cantidad de personas en nuestro país, no es algo ideal y, aún menos demuestra la futura profesionalidad de quien lo supere.

Eso sí, pongámonos a analizar el resto de sistema de acceso a cualquier profesión. Comparémoslo con los exámenes teóricos para sacar una de esas plazas del MIR tan codiciadas por parte de los recién licenciados en Medicina. ¿Por qué nadie cuestiona ese procedimiento, idéntico a las oposiciones docentes, hablando exclusivamente de sus bondades que permiten tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo? ¿Por qué nadie se plantea el sistema de acceso a abogados, fiscales, notarios o jueces que, en definitiva, es un sistema exclusivamente memorístico y que, si usamos los mismos argumentos que se usan para desprestigiar el acceso docente, haría que sólo los más aplicados académicamente y memorísticamente pudieran entrar? ¿Por qué tampoco nos planteamos que los sistemas de promoción interna en las empresas se basan exclusivamente en la antigüedad y sí que la consideramos como algo deshonroso en docencia cuestionando siempre ese valor? ¿Por qué, en el fondo, somos tan duros con unas oposiciones y con la experiencia docente, cuando lo estamos consintiendo e incluso alabándolo en todas las otras profesiones?

Creo que hay algo erróneo en el planteamiento acerca de la profesión docente. Creo que, por desgracia, nos han vendido -y hemos comprado muchos- que ser docente es algo muy alejado de una profesión y debe entenderse como un modelo de vida. Creo que el discurso de lo mala que es la oposición (por cierto libre, transparente y meritocrática) para optar a una plaza de funcionario docente ha calado tan hondo, que nadie se plantea los intereses que subyacen tras dicha consideración.

¿Es malo que un docente sea evaluado a nivel académico en igualdad de condiciones con miles de compañeros compitiendo por unas determinadas plazas? ¿Por qué se achaca a la suerte gran parte del proceso cuando otros procedimientos de acceso a otras profesiones se valoran como capacidad de quien consigue superarlos? ¿Por qué hay tanto interés en denostar este proceso? ¿Tendrá algo que ver la presión por parte de sistemas de provisión de docentes cuya evaluación ha sido una triste entrevista personal y en el que se valora más pertenecer a una determinada congregación o tener unas determinadas ideas para acceder a dichas plazas? La verdad es que da para pensar.

Y ya cuando hablamos de la evaluación profesional del docente y de lo perniciosa que es la antigüedad para considerar que uno sea un buen o mal docente, ¿no nos estaremos pasando de gilipollas? Porque, que yo sepa, en todas las profesiones la experiencia es un grado y, parece ser que, para un docente sea lo peor del mundo. Que se acomoda, que se vuelve un vago, que es incapaz de actualizarse, que… Infinitas acepciones para considerar que la experiencia docente es la única experiencia profesional que no sirve. Y yo ya empiezo a estar un poco con la mosca detrás de la oreja en este tema.

Si existe un discurso social para conseguir “a los mejores” para que den clase, ¿por qué tenemos que elegir un método de acceso y promoción diferente al que existe en todas las profesiones? ¿Por qué nos están vendiendo lo anterior? ¿A quién le interesa considerar a las oposiciones docentes como un sistema tan fracasado que, a pesar de lo malo que pueda ser, es mejor que otros muchos sistemas de acceso? Será que, como dice mi mujer -docente también, y este año miembro de tribunal de oposiciones-, hay algunos que tienen mucho interés en poner a los suyos para controlar a las futuras generaciones y, para ello, lo mejor es establecer un sistema de acceso basado en una selección que hable sólo de la capacidad docente desde un punto de vista muy particular. Algo que, por desgracia, yo también estoy empezando a pensar.

Por cierto, no me gustaría finalizar este artículo sin desear mucha suerte a todos los opositores que optan a algunas de las plazas de docentes que se ofertan por parte de las diferentes administraciones educativas y, a todos aquellos miembros de los tribunales de oposición. Suerte a todos y espero coincidir, con muchos de vosotros, en las aulas.

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Un comentario

  1. El problema de las oposiciones docentes es que es más un bingo que un sistema que promocione a los mejores.

    Si te toca el tema, pasas, si no, no. Da igual los conocimientos generales de la materia.

    En mi opinión se debería examinar de los 70 temas y evitar la suerte del bingo.

    Caso aparte es cuando alguien consigue entrar de suerte en una rama que no es su especialidad (psicólogo en matemáticas, por ejemplo). Luego accede a tribunal de oposición y como no entiende las demostraciones, cero al canto.

    Se premia la suerte y no el conocimiento de la materia ni la capacidad de transmitir ese conocimiento.

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