¿Influyen las decoraciones del aula o del centro en la vocación científica de nuestras alumnas?

Tengo claro que algo ha pasado, con raíces muy profundas, para que desde mi época de alumno universitario hasta ahora, se haya desplomado el número de alumnas que eligen realizar una carrera científica. Hemos pasado de más de un 50% de alumnas en carreras de matemáticas hasta ser, en algunas universidades, la presencia de alumnas en esas aulas algo residual. Y eso significa que hemos retrocedido como sociedad igualitaria y que la brecha entre hombres y mujeres, por muchas medidas “mediáticas” que se hayan implementado, ha ido aumentando. Ahora las alumnas, por desgracia, están más “sesgadas” a nivel académico en la toma de sus decisiones, que las de las nacidas en mi generación. Por ello hay menos informáticas, matemáticas, etc. Y eso me genera mucho desasosiego. Especialmente porque me preocupa, al igual que lo hace la excesiva feminización de la docencia en las etapas de Infantil y Primaria, la excesiva masculinización que se da en ramas científicas no relacionadas con ciencias de la salud o cuidados.

Eso sí, antes de que alguno entienda que he dicho algo que no he dicho, deciros que cualquier decisión libre me parece correcta. Y que no estoy haciendo, en ningún momento, una apología de que una mujer o un hombre deba trabajar de una u otra cosa. Ni tampoco estoy defendiendo que tenga que haber más hombres o mujeres en determinadas profesiones. Eso sí, no me deja de preocupar cada vez más la tendencia, por motivos que me cuestan de entender, de los sesgos, tanto académicos como laborales, que se están dando de forma cada vez más exacerbada en las últimas décadas. Parece que vayamos hacia atrás en igualdad. Y que, todas las medidas tomadas están siendo contraproducentes. Pero es mi opinión. Una opinión que refrendan, en este caso, todos los datos.

Hoy me gustaría traeros a este blog una investigación en la que se habla de que la decoración en el aula o en el propio centro puede influir en que una alumna decida cursar una carrera científica o no. Resulta curioso que algo tan simple puede tener tanto valor en la toma de decisiones pero, tal y como se dice en la investigación, queda claro que la existencia de decoración con determinados objetos estereotipados (pósters de Star Trek, cómics, partes de un ordenador, etc.) reducían, en caso de alumnas, la posibilidad de que las mismas hicieran una carrera científica. En cambio, en el caso de los alumnos, no se veían afectados en su elección, ni en positivo ni en negativo, por ningún objeto, estereotipado o no, en la toma de decisiones futuras.

Fuente: https://depts.washington.edu/

Entrar en una escuela adornada con simbología religiosa puede hacer que el alumnado no religioso desconfíe de matricularse. Conducir por una ciudad con tiendas de bicicletas y porta-esquís coronando cada uno de los coches puede hacer que la ciudad resulte poco atractiva para quienes no se consideran entusiastas de las actividades al aire libre. Entrar en una tienda con música a todo volumen puede indicar a los compradores de más edad que están fuera de lugar. Estos entornos físicos, aunque excluyentes para algunos, pueden ser acogedores para otros, aquellos para los que las señales de identidad del entorno indican inclusión. Y eso se traslada, por lo visto, a las decisiones que toman nuestras alumnas a la hora de elegir sus estudios superiores.

No sé si esto que traigo en el artículo de hoy tiene mayor valor que el que tiene pero, aunque siempre defienda que cada uno debe estudiar lo que le apetezca, con independencia de su sexo, raza, orientación sexual o situación sociofamiliar de partida, sí que es importante que dicha decisión no venga condicionada por nada, ni en positivo ni en negativo, para manipular esa decisión individual. Por eso, si hay investigaciones que dicen que hay cosas que manipulan (o pueden manipular) en un sentido o en otro ciertas decisiones de nuestro alumnado, es mejor proceder a eliminar o a reducir dichos objetos, campañas o situaciones.

Forzar que una alumna, por el hecho de ser alumna, deba cursar una carrera científica es igual de pernicioso que poner trabas a que esa alumna pueda cursarla. Es que no haría falta ni decirlo.

Bibliografía

Cheryan, S., Plaut, V. C., Davies, P. G., & Steele, C. M. (2009). Ambient belonging: how stereotypical cues impact gender participation in computer science. Journal of personality and social psychology, 97(6), 1045.

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4 comentarios

  1. Me resulta difícil creer que la decoración pueda tener tanta influencia, pero a saber. Yo ya tengo una edad y juro solemnemente que, cuando era chavala y jovencilla, jamás de los jamases escuché ni leí comentarios como los de ahora del tipo de “hay que fomentar la ciencia entre las niñas”, “hay que decirles a las niñas que ellas son igual de capaces para las matemáticas que los niños”, “hay que potenciar el talento femenino en la ciencia”… Y nunca, jamás, ni yo, ni ninguna de mis compañeras de estudios nos sentimos “menos válidas” que nuestros compañeros varones, ni noté que ellos se considerasen mejores ni peores que nosotras. Ni vi el más mínimo asomo de menosprecio al talento femenino por parte de mis profesores varones (ni noté nada especial por tener muchas profesoras mujeres). Estudié Químicas y no noté nada, absolutamente nada de eso. Pero ni en Químicas, ni en Físicas, ni en Matemáticas, ni en ninguna carrera de ciencias, nadie que estudiase ciencias me dijo nada. Y mira que yo el machismo lo detectaba a la mínima (yo y tantas mujeres de aquella época, y no nos callábamos). Sí se vivían situaciones machistas en muchos ámbitos, a nivel familiar, laboral, social… pero a nivel académico, no había ese “sesgo” que parece que hay ahora. A veces pienso que tanto dar la turra por parte de los políticos y demás para que las mujeres estudien ciencias es contraproducente y hace que se produzca rechazo. O que se produce el fenómeno de “la profecía autocumplida”… de tanto decirle a alguien “mira, chico, no eres tonto, no te creas tonto, eres listo, los demás no son más listos que tú”… esa persona piensa “si tanto me insisten en que no soy tonto y que no me acompleje debe ser porque soy muy tonto y me quieren dar ánimos para que no me hunda”… No sé, muy raro todo.

    1. Creo que no entra dentro de la intención al escribir este artículo defender “olimpiadas matemáticas para niñas” o “campamentos de verano STEM para niñas”. La idea es que a nadie, por el hecho de tener un sexo biológico al nacer, sea de una raza, profese una religión o tenga una determinada situación sociofamiliar, se le impida o ponga trabas para ser lo que él/ella quiera. Esa es la clave.

  2. Buenos días, Jordi.

    Al respecto de tu post de hoy, he leído un muy interesante libro de Susan Pinker (psicóloga) que se titula “La paradoja sexual”. En él explica con detalle y de forma muy fundamentada en estudios serios el porqué de las elecciones profesionales de hombres y mujeres. Creo que solo está disponible en inglés, pero merece la pena. Yo me saqué un resumen que te puedo enviar si es de tu interés.

    Un saludo y enhorabuena por tu trabajo.

    José Manuel Contel

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