El docente no mediático

Tengo bastante claro que esto de la mediatización de determinadas prácticas docentes y personajes, más o menos relacionados con el aula, se nos está yendo de las manos. No es cierto, como he dicho en más de una ocasión, que ser docente y tener presencia en las redes, tener un blog o, simplemente, estar nominado por alguna entidad bancaria o multinacional de las comunicaciones, hace mejor o peor tu praxis en el aula. No es cierto que un docente innovador, use flipped, mindfulness o gamifique, sea mejor que uno que usa habitualmente el libro de texto como herramienta de apoyo. Quizás debamos reformular qué es un buen docente. Quizás debamos reformular directamente el concepto de docencia. Y la docencia no consiste en un espectáculo. Ni en un espectáculo, ni en un continuo devenir de modas, artistas de varietés o, simplemente, peregrinaciones a lo largo del desierto en busca de la tierra prometida porque alguien lo ha dicho en un medio. Es todo mucho más sencillo y, a la vez, más complejo.

No ser mediático no implica no ser un buen profesional de la docencia. Mis padres jamás han sido mediáticos y eran grandes docentes. Mi mujer, mi hermana y mis cuñados también lo son y, por no tener blog ni ser activos en las redes sociales, no son más o menos hábiles y válidos que yo en su tarea profesional. Al menos se lo curran o se lo curraban bastante más. O quizás no pero, ¿realmente os creéis que por el número de seguidores, entrevistas que se conceden a los medios o libros que se publican, uno es un mejor profesional de aula? Sí, he dicho de aula y lo repito. La profesionalidad de un docente se demuestra en el aula y no es un concepto a corto plazo.

En estos últimos tiempos me estoy dando cuenta que conozco a casi todos los que imparten cursos de formación. También conozco, de forma virtual en la mayoría de ocasiones, a la mayoría de docentes que salen en los medios. Resulta curioso que se denomine mejor docente a alguien que ha hecho con sus alumnos un cajón flamenco cuando he visto a muchos de mis compañeros hacer prácticas similares en sus aulas. Prácticas con grupos mucho más complejos que ese reducido grupo de alumnos con el que el gurú de cabecera de la educación española vendió el proyecto. A muchos docentes no les interesa vender ni venderse. No es malo que uno se dé visibilidad. Lo perverso es convertir automáticamente la visibilidad en capacidad profesional. Algo que no va, en muchas ocasiones, relacionado. Hay innovadores que siempre tienen problemas en sus centros y con sus alumnos. No lo digo yo. Me lo cuentan padres hastiados al ver cómo algunos de los que dan clase a sus hijos parecen más interesados en colgarse medallas que en otra cosa. No son todos pero sí cada vez más. Seamos sinceros, hoy en día sólo forman a los docentes los más mediáticos. Si uno no tiene perfil en Twitter, pertenece a determinadas asociaciones o participa en determinados juegos, no existe a la hora de ser “bendecido” con la oferta de dar un curso de formación. El buen docente se confunde, interesadamente, con el docente mediático.

¿Nadie se está dando cuenta que lo que estamos mediatizando son las prácticas de los docentes? ¿Nadie se plantea por qué nunca son los alumnos los que se mencionan en los medios? ¿Nadie se ha preguntado nunca por qué, a la hora de conceder una entrevista, la mayoría de los docentes más mediáticos jamás mencionan a los chavales a los que han dado clase, a sus compañeros de trabajo o, simplemente, a aquellos que les han marcado a la hora de su profesión? Porque un docente sin alumnos no tiene sentido. Menos aún uno sin compañeros, centros educativos en los que se imparta clase o, simplemente, ejemplos que les ayudan a ser mejores en su praxis. Y ahí no son las starlets que salen en los medios los que ayudan. Son esos compañeros que, día tras día, dan lo mejor de ellos en el aula.

No voy a cuestionar que haya docentes mediáticos que estén haciendo las cosas bien en sus aulas y que se merezcan reconocimiento. Otra cuestión es creerse que, por estar nominado por un banco, hacerse una foto con un cocinero o, simplemente, escribir un libro uno sea mejor docente que sus compañeros. No es cuestión de premios. Es cuestión de mejorar las condiciones de los docentes porque, al final, el que va a mejorar el futuro de sus alumnos (dentro de sus posibilidades) va a ser el docente que está con ellos en el aula; no aquel que se larga para evangelizar pingüinos ni el que dé más cursos de formación a sus compañeros. El trabajo de un buen docente no tiene porque ser tan visible. Eso sí, lamentablemente, en un contexto en el que parece que todo tenga un precio y que, incluso sea defendido el modelo liberal de la concepción de la docencia por parte de algunos, es bastante complejo el entender que, al final, lo que debemos reivindicar es el colectivo docente. Un colectivo en el que una minoría se mediatizan y muchos cientos de miles no. Grandes profesionales a la sombra que, por suerte, siguen haciendo lo mejor de ellos mismos a pesar de no ser reconocidos mediáticamente. Bueno, seamos claros… ¿a quién le interesa priorizar el reconocimiento mediático frente al agradecimiento que, pasados los años te dan tus alumnos o, simplemente, la mejora social que implica una mejor educación? Mejor, obvio la pregunta.

De cuñados y docentes mediáticos vamos servidos. De docentes de raza, por suerte, también.

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